Preguntas y respuestas sobre bulos

El año 2020 ha marcado un antes y un después en nuestras vidas. Este hito no tiene nada que ver con el polémico inicio de década que tanto animó las discusiones en redes sociales durante los días previos y posteriores al repique de las campanadas de la Puerta del Sol. El año 2020 aparecerá como una de esas fechas que en colegios e institutos se rubricará en negrita en las líneas de los “ejes temporales” de la Historia de la Humanidad por la magnitud del fenómeno que ha supuesto la pandemia de COVID-19 en todos los sectores de nuestra vida. Y es que, la COVID-19 ha provocado la mayor destrucción de empleo de la historia, ha tenido un efecto letal en la demografía mundial y ha causado grandes estragos a nivel sanitario. Pero, además, el alcance de este fenómeno también ha tenido consecuencias a nivel informativo.

Más allá de las graves repercusiones sanitarias y socioeconómicas que se derivan de la pandemia, la COVID-19 nos ha permitido asistir a un momento inusual e histórico en la historia de la Comunicación. Esta enfermedad no solo ha desafiado a la capacidad de la sociedad para identificar engaños; también ha puesto en jaque a los olfatos periodísticos más sensible y a las mentes más escépticas. Cientos de bulos sobre COVID-19 han encontrado en esta crisis la oportunidad para expandirse. Y lo han hecho casi al mismo ritmo que la propia pandemia a través de cadenas de texto, audios con información falsa, etc. Pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) se apresuraba a alertar de esta “infodemia”, muchos han caído en el error de confiar en ellos.

El Consejo Científico del Colegio de Médicos de Madrid en colaboración con EFE VERIFICA, MALDITA CIENCIA, la Asociación para Proteger al Enfermo de las Terapias Pseudocientíficas (APETP) y la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), han puesto en marcha un Observatorio Digital para detectar e identificar prácticas que pudieran poner en riesgo la salud de las personas mediante informaciones falsas.

¿Cómo detectar bulos y falsas noticias?

La clave principal es sacar a relucir nuestro perfil más crítico antes de reenviar mensajes escritos, audios o vídeos sin contrastar: identificar el medio del que parte la información, confirmar que la fuente de la noticia es un organismo o profesional autorizado y contrastar la información con la de sociedades científicas, instituciones o profesionales sanitarios.

No hay que fiarse de la información sin firma, puesto de trabajo y cargo, ni de imágenes o vídeos impactantes que creen alarma social, ya que muchas veces están sacadas de contexto o son de otra fecha. Hay que desconfiar de los datos que difieren mucho de las cifras oficiales y de las recomendaciones que no coinciden con las consejerías o Ministerio de Sanidad y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y, sobre todo, si se ven informaciones contrarias a los organismos oficiales.
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