Unos 6 millones de españoles padecen el síndrome del intestino irritable

22 mar 2006

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"El Síndrome del Intestino Irritable (SII) empeora notablemente, y en todas sus facetas, la calidad de vida de quien lo padece. Estas personas sienten con frecuencia dolores abdominales, estreñimiento y/o diarrea con urgencia defecatoria lo que, además de angustiarles intensamente, les puede hacer perder hasta el 15% de los días laborales cada año", explica el doctor Antonio Caballero, profesor Titular de Aparato Digestivo de la Facultad de Medicina de Granada y Presidente de la Comisión de Formación Continuada de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD).




El Síndrome del Intestino Irritable (SII) es una enfermedad funcional (no se conocen sus causas y nunca presenta lesiones o alteraciones orgánicas) caracterizada por la presencia de una serie de síntomas digestivos resumidos en los criterios de Roma II. Según explica el profesor Caballero, "los Criterios Roma II establecen que una persona padece un Síndrome del Intestino Irritable cuando presenta dolor abdominal sin localizar exactamente en ningún punto, que se alivia al deponer y/o muestra cambios en el hábito intestinal, bien en forma de estreñimiento, diarrea o alternancia entre ambos ritmos. Esta sintomatología debe presentarse durante al menos un año y haber estado presente al menos 12 semanas de ese año, aunque no sean de forma consecutiva".

Se estima que el Síndrome del Intestino Irritable afecta al 15% de la población general española. "Alrededor de 6 millones de personas sufren esta enfermedad en nuestro país, de los que 4 millones son mujeres", explica este experto. La prevalencia del SII, junto al hecho de que aparezca en adultos jóvenes (el pico de máxima incidencia está en personas de 20 a 40 años) y el empeoramiento en la calidad de vida que ocasiona, hacen de esta enfermedad, en palabras del profesor Caballero, "un problema de salud al que se le debería prestar más atención".

"Se estima que el Síndrome del Intestino Irritable es un proceso que tarda varios en años en diagnosticarse, aunque la concienciación cada vez mayor de los especialistas en Digestivo y de los médicos de Atención Primaria sobre esta patología está repercutiendo en una disminución en el tiempo de diagnóstico", añade.

El primer paso hacia el diagnóstico del Síndrome del Intestino Irritable es analizar, si la sintomatología del paciente cumple los Criterios Roma II y, posteriormente, descartar - mediante un procedimiento racional – la existencia de enfermedades orgánicas. Según el profesor Caballero, "si además de los síntomas característicos del Síndrome del Intestino Irritable, el paciente no presenta signos ó síntomas de alarma (sangre en las deposiciones, pérdida de peso, alteración en las hormonas tiroideas, anticuerpos frente a la enfermedad celíaca, etc.) y la práctica de diversas pruebas excluye la presencia de problemas orgánicos (pólipos, cáncer de colon, colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn, etc.), se puede concluir que el paciente presenta – con baja posibilidad de error - un SII".

Genética, estrés y serotonina

Para que una persona padezca SII debe darse la confluencia de varios factores: predisposición genética y presencia de un desencadenante de la enfermedad, que probablemente sea un factor medioambiental. "Esta confluencia", explica el profesor Caballero, "desencadena una serie de mecanismos que, a su vez, serán los responsables de los síntomas de la enfermedad".

"Estos mecanismos, que no se dan en todos los pacientes, ni a la vez", añade este experto, "son, principalmente, trastornos del movimiento (contracciones, espasmos, distensiones, etc.) y/o una hipersensibilidad visceral; es decir, percepción de movimientos, contracciones, etc. como dolor, mientras que los sujetos sin SII ni siquiera los notarían". Así, el profesor explica que "una persona sin SII no percibe la mayoría de sus movimientos intestinales, mientras que los afectados pueden llegar a percibir el 50% o más de ellos, muchas veces en forma de dolor".

Aunque se desconocen en profundidad los factores desencadenantes de esta enfermedad, uno de los más comentados es el estrés. Según el profesor Caballero, "el funcionamiento del intestino de cualquier persona, tenga o no Síndrome del Intestino Irritable, puede verse afectado por situaciones de estrés. En cualquier caso, pese a lo que se ha pensado durante años atrás, el Síndrome del Intestino Irritable no es una enfermedad motivada sólo por "nervios" o que sólo está en la cabeza de los pacientes, es un proceso real y cuantificable".

En la última década, se han llevado a cabo algunas investigaciones que han supuesto un mayor conocimiento de la enfermedad, como el descubrimiento de la implicación de la serotonina. "La serotonina es una hormona que participa en muchas funciones, sobre todo en la motilidad digestiva y en la percepción de lo que sucede en el intestino, de forma que está presente en los trastornos de la motilidad y percepción visceral", explica el profesor Caballero. "En la actualidad, una vía de investigación se dirige al estudio en profundidad de los cambios en los niveles de serotonina y sus receptores celulares ante distintas situaciones y estímulos". En palabras de este experto, otra línea de investigación se dirige al mejor conocimiento de la predisposición genética en los pacientes, puesto que "el que los receptores de la serotonina sean de una u otra forma también se debe a condicionantes genéticos".

Tratamiento

Hasta el momento, el tratamiento farmacológico del SII consiste en un tratamiento sintomático (no etiológico, puesto que no se conocen las causas primarias de la enfermedad). "Dependiendo del tipo de síntomas, si hay dolor, estreñimiento o diarrea, se pueden indicar espasmolíticos, laxantes o antidiarreicos", explica el profesor Caballero. "No obstante, las investigaciones sobre la serotonina y sus receptores han conducido al desarrollo de fármacos (alosetrón y tegaserod) que actúan sobre ciertos receptores de esta hormona y que, además de ser una terapia más directa hacia el origen del problema, alivian el dolor, algo muy importante para los enfermos".

En cuanto al tratamiento no farmacológico, consiste en evitar cualquier tipo de irritante, tanto psíquico (estrés), como alimenticio (salsas, especias, picantes, alcohol, etc.), que pueda desencadenar la sintomatología de la enfermedad.