Dra. Campos Sánchez: "Contra las pseudociencias hay que actuar y explicárselo tanto a los políticos como a los pacientes y jueces"

21 jul 2019
Dra. Campos Sánchez:

La doctora en Biomedicina, Elena Campos Sánchez trabaja en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa del UAM-CSIC y es desde hace más de dos años presidenta de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), una entidad sin ánimo de lucro que busca evitar nuevas víctimas a causa de técnicas y/o actitudes que, sin aval científico o incluso habiendo demostrado su ineficacia clínica, se hacen llamar terapias alternativas o complementarias. En esta amplia entrevista responde a cuestiones que le preocupan de ambas facetas

 
  • En alguna ocasión ha afirmado que el ciudadano debería tener la posibilidad de llamar a los centros de investigación y hablar con los investigadores para que éstos devuelvan a la sociedad parte de su conocimiento ¿qué beneficios tendría que esto fuera una realidad?
Rompería esa barrera emocional que supone comunicarse con alguien que consideras tiene intereses y casi un modo de comunicación distinto. Que exista transparencia y comunicación directa entre la sociedad y cualquier área profesional es imprescindible para crear y fomentar la confianza mutua, y esto es fundamental. Por otro lado, es prácticamente imposible que se valore lo que haces si la gente no entiende en qué consiste ni tampoco su necesidad o impacto social.
 
Los profesionales, tanto de atención sanitaria como investigadores, tenemos el deber de adecuar nuestro lenguaje a la necesidad del paciente o ciudadano de a pie que lo solicite o requiera, y resultar accesibles. Esto no es solo un ejercicio de cumplimiento legal (ya que se exige informar al paciente de sus opciones terapéuticas), sino también de empatía: a todos nos gustaría saber de qué nos están hablando y por qué se hace lo que se hace.
 
Elegir libremente implica ser consciente de las consecuencias de nuestra elección; esto significa “informar”. Una población insuficientemente informada o desinformada, cuente o no con formación académica relevante, es una población vulnerable y manejable, que puede caer y seguir cualquier populismo que cuente con un marketing mínimo. 
 
Como investigadora, a veces se te acerca gente y te pregunta como si fueras médico porque duda, quiere segundas opiniones o simplemente se cuestiona por qué no existe aún una cura contra el cáncer o por qué hay que usar animales como modelo de estudio de enfermedades. Estas respuestas debemos proporcionárselas, y, con total humildad, quién mejor para hacerlo que los propios profesionales que trabajamos en cada investigación concreta. Conocer los intereses de la gente y sus inquietudes también nos ayuda a los investigadores y profesionales de la Medicina a ejercer mejor nuestras responsabilidades y mejorar en nuestras competencias.
 
  • ¿Es España un sitio destacado a nivel mundial en investigación o es cierto que el conocimiento se está yendo fuera de nuestro país?
Pregunta compleja. España produce bastante conocimiento y de gran calidad para la irrisoria financiación con la que cuenta y la inestabilidad presupuestaria y laboral a que se ven sometidos sus investigadores o pretendientes de serlo. De mi entorno, somos una insignificante minoría los que comenzamos a realizar la tesis doctoral y seguimos dedicándonos a la investigación todavía. De esta minoría, somos aún menos los que hemos permanecido en España. En mi caso, me licencié en Biotecnología en 2010, éramos unos 30 alumnos en clase. La mayoría quisimos investigar; creo que solo quedamos dos dedicándonos a la investigación pública. 
 
Soy partidaria acérrima de la movilidad de personal a nivel nacional e internacional en pro del enriquecimiento y respeto a otras culturas que ello nos supone, y enseña, en términos individuales, tanto personal como profesionalmente, pero también por los beneficios que reporta a nivel colectivo y socio-económico como país. Eso sí, esta movilidad debería ser una opción, en ningún caso una obligación como ocurre ahora. Mis compañeros se han visto obligados a marcharse tras casi diez años de especialización entre la licenciatura y el doctorado. Se van sin billete de vuelta, con la sensación de no tener cabida aquí, que es en términos prácticos lo que ocurre. Los que nos quedamos, y tratamos de trabajar en investigación pública, nos vemos abocados a una total inestabilidad laboral y, por supuesto, presupuestaria.
 
  • ¿En qué ámbitos somos fuertes y en cuáles otros habría que avanzar?
Somos fuertes en formación, e incoherentes desaprovechándola. No aprecio compromiso político ni administrativo real para con la formación y oportunidades laborales que se les da a los jóvenes, ni tampoco a los que vamos entrando en madurez. Son mínimas las oportunidades de continuidad o de hacer carrera profesional propiamente dicha. Es frustrante, y a veces resulta casi insultante: sueldos mileuristas para doctores con másteres e idiomas. Esto no es valorar la educación, ni mucho menos poner en valor el esfuerzo personal; esto es vilipendiar potencial humano de manera altamente irresponsable. 
 
La Sanidad, Investigación y Educación son pilares sociales y como tales deberían estar blindados en cuanto a financiación e ideologías políticas. Deberíamos enseñar a respetar siendo libres; en lugar de inculcar dogmatismo obediente. Educar en pensamiento crítico, enseñar a pensar.
 
  • Además de su trabajo como investigadora es activa en la lucha para proteger al enfermo de terapias pseudocientíficas. ¿Por qué todavía son usadas y defendidas por algunos médicos? 
Buena pregunta, ya que justo evidencia lo que comentábamos antes. Contar con formación académica no protege ni inmuniza contra el pensamiento mágico, ni tampoco asegura la ética profesional. En la APETP (Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas) encontramos de todo: sanitarios que actúan por convicción -cuestión de fe- y otros que además añaden el aspecto lucrativo. Tanto si es por creencia como por enriquecimiento, se trataría de malas prácticas.
 
Recordemos que la charlatanería es contra deontológica, que la libertad de actuación profesional está supeditada a las opciones reales disponibles para el paciente y esto lo determina el conocimiento científico y que no es ético retrasar el acceso a una oportunidad terapéutica. 
 
  • ¿Quién obstentaría esta responsabilidad de salvaguardar la calidad asistencial?
Son los colegios profesionales, junto a las consejerías de sanidad, quienes tienen la obligación legal inmediata de velar por la buena praxis de sus colegiados y vigilar el intrusismo. Sin embargo, hay multitud de asociaciones de sanitarios (y médicos) que propugnan pseudociencias y pseudoterapias públicamente, e incluso malos profesionales que se autopublicitan exhibiendo hipotéticos números de colegiado en especialidades (homeopatía, acupuntura, naturopatía, etc.) que ni existen, pero que el usuario o paciente no tiene por qué conocer ni saber que se trata de una práctica contra normativa ni de una falsa Medicina.
 
Recientemente hemos conocido el caso de una pediatra que ha sido expedientada por lanzar mensajes antivacunas, pero también tenemos psico-oncólogos y geriatras seguidores y promotores de la Bioneuroemoción o la Nueva Medicina Germánica (ambos movimientos considerados sectarios) que consideran que el cáncer es la manifestación física de un conflicto emocional por resolver y, por tanto, desaconsejan cualquier tratamiento más allá de “superar” emocionalmente el hipotético trauma. 
 
¿Nos gustaría tener un familiar: hijos, pareja, padres, que cayeran en esta red? ¿Qué haríamos ante dicha tesitura? ¿y si nos dicen que a nuestro sobrino le dan MMS -un tipo de lejía diluida- porque alguien se lo ha ofrecido a los progenitores como producto milagroso para recuperar el autismo o una ELA? Esto está ocurriendo en España; esto lo vemos a diario. Contra estas estafas trabajamos desde APETP. Y, ojo, no nos quepa la menor duda de que todos y cada uno de nosotros podemos caer; solo es necesario que el pretendido profesional se aparezca en el momento adecuado. De ahí nuestra petición: los colegios profesionales se tienen que mojar. 
 
  • ¿Por qué hay una corriente dentro de la ciudadanía de apuesta por estas pseudoterapias y contra la Medicina tradicional?
Primero, recapacitemos sobre el término: aquello que demuestra ser útil en diagnóstico, prevención o tratamiento de una determinada dolencia, sea de índole psicológica o física, entra a formar parte de la Medicina. Dejémonos de apellidos innecesarios e intencionadamente equívocos. 
 
Tradicionalmente se mascaba la corteza de sauce contra el dolor y hoy lo tenemos en formato de derivados salicílicos porque se ha demostrado que funciona de manera medible y objetiva, independientemente de la fe del sujeto en el éxito terapéutico. Hace más de doscientos años, Hahnemann inventó la homeopatía, y aún estamos esperando un trabajo serio, que cuente con los controles oportunos, que demuestre que azúcar impregnada de agua agitada y fe, es mejor que azúcar impregnada de agua agitada casera.
 
Lo que no ha demostrado ser Medicina, eso, es lo que se ofrece bajo conceptos de alternativa, complementaria, holística, integral, China, natural… en resumen: mística y creencial, podríamos concluir.  Es indigno de la profesión que algunos de sus miembros se amparen en una hipotética “libertad de elección” por parte del paciente para seguirlo recomendando y distribuyendo. Al paciente hay que informarlo; no confundirlo. No es ético. No es profesional. Tampoco es legal. Y, sobre todo: no nos gustaría ser la víctima.
 
Eso sí, es difícil explicar al ciudadano de a pie, o a un paciente que tiene unas necesidades reales de recibir una respuesta que le satisfaga en cuanto a su enfermedad o salud, que un sanitario está abusando de su credulidad, necesidad o desesperación. Tampoco ayuda que la homeopatía se venda bajo la denominación de medicamento y se pueda adquirir en farmacias, que los complementos alimenticios se publiciten con referencias terapéuticas o que en revistas distribuidas en establecimientos sanitarios (desde hospitales a farmacias) se normalicen estas estratagemas.
 
  • ¿Es suficiente la información que se está divulgando sobre este tema?   
Es un paso en el buen sentido, a todas luces insuficiente. ¿Cuántos colegas conocen la web www.conprueba.es del Ministerio de Sanidad, o el Plan gubernamental de Protección de la Salud de las Personas Frente a las Pseudociencias? 
 
Divulgar e informar es el segundo paso; el primero debería ser denunciar situaciones y hacer cumplir la normativa vigente, incluyendo el código deontológico. Supeditar el colegueo a la responsabilidad profesional.
 
De ahí que sea imprescindible contar con el apoyo unánime y valiente de los profesionales sanitarios buenos, un amplio sector social crítico y el compromiso responsable de las autoridades sanitarias competentes, fuerzas de seguridad y jueces. Los investigadores tampoco podemos evadirnos de esta responsabilidad. Las pseudoterapias son un problema sanitario de ámbito nacional.
 
  • ¿Qué pueden hacer las instituciones (sociedades científicas, colegios profesionales, etc.) para que los pacientes sepan cuáles son las terapias basadas en la evidencia científica y cuáles no?
Actuar. Salir a la calle y explicárselo, tanto a nuestros políticos -que al final son quienes ostentan el poder legislativo y ejecutivo-, como a los pacientes, sin olvidar a los jueces. Ser conscientes del problema, evitar la indiferencia (porque a todos puede afectarnos) y asumir nuestra responsabilidad implícita. 
 
Actualmente el Gobierno ha dado un primer paso con la campaña CoNprueba; también lo hizo la Organización Médica Colegial creando el Observatorio contra las Pseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias y cada vez son más las asociaciones de pacientes que avisan acerca de estos fraudes: AECC, GEPAC, Fundación Josep Carreras, etc. A nivel europeo, Francia acaba de avisar que dejará de financiar la homeopatía en 2021, por ejemplo. 
 
Importantísimo es también el papel de los medios de comunicación. Citando a la periodista Rosa María Artal, si una persona dice que llueve y otra que no, la labor del periodista no es presentar ambas posturas y dar a elegir al espectador, sino abrir la ventana para comprobar quién tiene razón. Periodismo es documentarse para esclarecer la verdad; no para equivocarla.
 
La Medicina no es democrática, hay que verificarla, y tenemos protocolos factibles y fiables desarrollados al efecto: primero, confirmemos; después, comercialicemos. Medicina es aquello que ha demostrado fehacientemente serlo.
 
  • ¿Cuáles son las recomendaciones que se les debe dar a los ciudadanos? 
Hasta muy recientemente, cuando una víctima denunciaba su caso, podría ser tomado casi como un pobre ignorante e ingenuo, que se ha dejado embaucar por algo próximo a un echador de cartas. Cuidado. 
 
Por Ley, los establecimientos sanitarios han de tener en un lugar visible su Número de Registro Sanitario, junto con las especialidades que tienen legalmente autorizadas ofrecer y practicar. De igual modo, asegurémonos de que quien nos atiende es un profesional sanitario autorizado, es decir, tiene los estudios reglados de rigor (Medicina, Enfermería, Psicología, etc.), está colegiado y su especialidad de colegiación se corresponde con la dolencia a tratar o parte de la misma. 
 
Confirmar lo anterior es sencillo:
-Para saber si un determinado establecimiento es sanitario, contamos con un buscador de acceso público: http://regcess.mscbs.es/regcessWeb/inicioBuscarCentrosAction.do
-Consultar si un médico está colegiado, también: https://cgcom.vuds-omc.es/
-De igual modo, aquellos productos que estén autorizados como medicamentos pueden consultarse en la web de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios: https://cima.aemps.es/cima/publico/home.html
 
Por último, no nos dejemos obnubilar por una pared empapelada de diplomas formativos: la formación de especialista en Ciencias de la Salud, por ley, ha de ser reglada y oficial. Solo esta es válida para ejercer y publicitar (Ley 44/2003 de Ordenación de Profesiones Sanitarias, artículos 15-17).
 
Poniendo a disposición de los usuarios y pacientes esas tres direcciones webs y con dichas mínimas nociones, podríamos evitar, al menos, el intrusismo y las prácticas ilegales. Si a esto le añadimos que quienes ofrecen pseudoterapias las ilustran de buen rollismo, emocionalidad y a-mi-me-funcionalismo, podríamos ayudar a atajar disgustos por mala praxis.
 
  • ¿Qué se les puede decir a los médicos y farmacias que las usan y difunden?
Que hacen un flaco favor a su profesión, un grave daño a los pacientes y un atentado contra la salud pública. Y que ellos mismos, o sus seres queridos, podrían ser los próximos en sufrir las consecuencias de una pérdida de oportunidad terapéutica. 
 
En cualquier caso, este mensaje solo resultaría práctico para quienes las ofrezcan con conocimiento de causa; pero sería inútil ante un convencido que actúa religiosamente. Ahí solo queda confiar en la responsabilidad de las autoridades pertinentes y que actúen antes de que se produzca un daño irremediable en un tercero.